-No me gusta estar encerrada en este departamento.
-Tu aún te sientes pendeja?
-Después de un doctorado y una infinita práctica profesional, no!
-Pero no se trata de ser más; sí me dejas, puedo convertirte en mente infantil feliz de manera inmediata.
-No creo... Me gustaría, pero me siento tan responsable/adulta
-Confía, cierra los ojos y sígueme...
Le vendó los ojos con su propio pañuelo, sacándolo y besando su cuello. Ella ya comenzó a crear imágenes en su mente.
Tomados de brazos, caminaron hasta que ella sintió arena en sus pies, bajó su pañuelo y vio en la playa unas copas, velas, piktureka (su juego favorito cuando pequeña) y una botella de merlot.
Jugaron más de 3 horas, no sentian frío gracias al vino, las velas ya solo eran cera seca y su pañuelo aún seguía atado.
Ella nunca se sintió tan pendeja y feliz; ganó el juego, el se dejaba perder para verla sonreír.
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